En la era de la hiperconexión, las redes sociales se han convertido en el principal escenario para la difusión de ideas, noticias y opiniones. En ese ecosistema, los bots —cuentas automatizadas controladas por software— juegan un papel tan poderoso como polémico. No todos son dañinos, pero cuando se usan con fines maliciosos, su capacidad para manipular conversaciones y percepciones es enorme.
Un bot es una cuenta que no está gestionada por una persona real, sino por un programa que ejecuta acciones predefinidas: publicar, dar “me gusta”, seguir, responder o compartir contenido. Algunos bots cumplen funciones legítimas, como actualizar el estado del tiempo, compartir alertas de tráfico o servir como atención al cliente.
Sin embargo, otros están diseñados para influir en la opinión pública, alterar debates o amplificar mensajes de forma artificial.
Los bots maliciosos pueden alterar la percepción de lo que es popular o relevante. Al amplificar masivamente ciertos mensajes o hashtags, logran que parezca que una idea tiene más respaldo del que realmente posee. Esto distorsiona el debate público, crea “cámaras de eco” donde sólo se escuchan voces afines y dificulta la exposición a perspectivas diferentes.
También pueden saturar conversaciones con mensajes distractores, desviar la atención de temas importantes o acosar a usuarios específicos.
Contrario a lo que se cree, los bots rara vez inventan noticias falsas desde cero. Su función principal es amplificar información —verdadera, falsa o sesgada— creada por otros. Pueden difundir titulares engañosos, datos fuera de contexto o narrativas que favorecen intereses particulares.
Esto los convierte en multiplicadores de desinformación, capaces de hacer que un contenido se vuelva viral en minutos, sin que haya pasado por procesos de verificación o contraste.
El acceso a bots maliciosos no está limitado a expertos en la deep web. Existe un mercado abierto, visible y en expansión, que ofrece servicios para inflar seguidores, generar miles de interacciones o posicionar hashtags.
En la web abierta: páginas que venden “seguidores reales”, likes y retweets por un precio fijo.
En foros y marketplaces: software especializado para crear y administrar cuentas falsas a gran escala.
En la deep/dark web: redes botnet y cuentas robadas que ofrecen un control masivo y anónimo, habitualmente pagadas con criptomonedas.
El uso de bots para manipular interacciones y conversaciones en redes sociales no es sólo una cuestión técnica: involucra dilemas profundos sobre la integridad del espacio digital y el respeto por la autonomía de las personas.
Manipulación de la percepción pública
Cuando los bots amplifican un mensaje hasta hacerlo parecer dominante, se falsea la noción de consenso social. Esto afecta la capacidad de los ciudadanos para formarse una opinión basada en la diversidad de puntos de vista, vulnerando el principio de honestidad en la comunicación.
Desigualdad de voz
El uso de bots por parte de quienes tienen recursos suficientes para financiarlos crea un desequilibrio en el debate público. Un actor con miles de cuentas automatizadas puede silenciar o eclipsar a voces legítimas, limitando la pluralidad y el derecho a ser escuchado.
Erosión de la confianza
La interacción humana genuina se ve contaminada cuando no es posible distinguir entre un interlocutor real y una máquina programada. A largo plazo, esta incertidumbre reduce la credibilidad de las plataformas y debilita el tejido de confianza que sustenta la vida en comunidad.
Responsabilidad y autoría
Los bots permiten difundir mensajes sin que haya un responsable claramente identificable. Esto diluye la rendición de cuentas y abre la puerta a campañas de odio, acoso o desinformación sin consecuencias para sus verdaderos impulsores.
Instrumentalización del ciudadano
Cuando una persona consume contenido amplificado por bots sin saberlo, se le priva de la posibilidad de evaluar críticamente la fuente y el propósito del mensaje. Se convierte en un objetivo pasivo de estrategias de manipulación que explotan sesgos cognitivos y emocionales.
Señal de alerta | Qué observar |
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Actividad desproporcionada | Publica o comparte cientos de mensajes al día, incluso en horarios poco probables para un humano. |
Contenido repetitivo | Publica las mismas frases o enlaces, a menudo idénticos a otros perfiles. |
Seguidores dudosos | Tiene muchos seguidores sin foto de perfil, con nombres aleatorios o recién creados. |
Interacciones mecánicas | Da “me gusta” o responde en segundos a publicaciones sin aportar contexto real. |
Perfil genérico | Imagen de stock, biografía vacía o muy genérica (“Amante de la vida”, “Viviendo el momento”). |
Foco temático extremo | Sólo habla de un tema o una figura pública, siempre desde el mismo ángulo. |
En el programa Comunicarte de la radio de UNIACC me invitaron a conversar de este tema. Disfruta de la entrevista en el siguiente enlace.